Claves: Placas solares en el mundo rural

Claves: Placas solares en el mundo rural


La energía solar fotovoltaica está experimentando un crecimiento sin precedentes a escala mundial. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), se espera que la capacidad solar global supere los 4.000 gigawatios para el año 2030. Solo en España, en 2023, la energía solar fotovoltaica se consolidó como la segunda fuente renovable con más potencia instalada, con el 20,3% del total nacional

¿Por qué proliferan las instalaciones fotovoltaicas en las zonas rurales?
La transición energética a fuentes renovables ha acelerado la expansión de grandes parques fotovoltaicos, para los que el mundo rural ofrece dos ventajas: suelo disponible y buena radiación solar. Algunos agricultores, presionados por la despoblación o por la baja rentabilidad de algunos cultivos, alquilan sus tierras a empresas energéticas como una fuente alternativa de ingresos.

¿Cuál es el beneficio para los propietarios de tierras agrícolas?
Un terreno solar puede generar entre 1.000€ y 2.500€ por hectárea al año, en contratos de arrendamiento de entre 20 y 30 años. Es un negocio que no requiere mano de obra y no es tan dependiente de las fluctuaciones de la meteorología o del mercado. Además, la energía puede abastecer a negocios locales y no emite CO2.

¿Qué riesgos plantea para las zonas rurales?
La extinción del suelo cultivable y la pérdida de soberanía alimentaria, la fragmentación del paisaje agrícola, el perjuicio a la biodiversidad y la posible pérdida de empleos agrarios tradicionales. Esto último puede empeorar una despoblación rural que en España ya supone un grave problema de cohesión social. Además, este modelo crea dependencia del medio rural hacia un solo negocio, cuyas condiciones podrían cambiar a medio o largo plazo.

¿Qué dice la legislación española de estas plantas solares?
Permite la instalación de energías renovables en suelo rústico, aunque las comunidades autónomas tienen competencias para regular o restringir su expansión. Algunas regiones están revisando sus normativas para que esta ocupación de terrenos cultivables con placas solares no comprometa demasiado los usos agrarios tradicionales.

¿Qué papel juegan las multinacionales energéticas?
Son las principales promotoras de los parques solares. En muchos casos, compran o arriendan grandes extensiones de tierra con el beneplácito de los propietarios, pero sin un diálogo claro con el resto de la comunidad, lo cual genera tensiones.

¿Qué impacto tienen estas instalaciones en el medio ambiente?
Las plantas solares requieren grandes superficies de terreno diáfano, lo que puede conllevar la retirada de la vegetación natural, con la consiguiente alteración del hábitat de fauna silvestre y el aumento del riesgo de erosión del suelo. La presencia de grandes superficies cubiertas puede también modificar el ciclo hidrológico local y alterar los patrones de escorrentía superficial y de recarga de acuíferos

¿Qué pasa con el terreno una vez que acaba la vida útil de las placas?
La vida útil prevista de una planta solar es de unos 25 a 30 años. No es posible anticipar cuál será la situación de la energía solar cuando terminen los actuales contratos ni si seguirán siendo necesarias estas instalaciones. En cualquier caso, algunas comunidades autónomas exigen la restauración del terreno, pero no siempre hay garantías de que recupere su valor agrícola o ecológico original.

¿Qué dicen los agricultores?
Algunos ven en las placas solares una tabla de salvación frente al abandono rural; otros temen la perdida de un modo de vida y sustento. En regiones como Extremadura, Castilla-La Mancha, Andalucía y Aragón, vecinos y plataformas ciudadanas han protestado contra algunos proyectos que consideran desproporcionados o mal planificados. El debate se centra en la falta de participación de las comunidades y en la necesidad de proteger el tejido productivo y social rural.

¿Qué alternativas proponen?
Los expertos abogan por una planificación del despliegue solar que priorice suelos degradados, polígonos industriales o tejados frente al suelo agrícola de alto valor. También hay proyectos técnicos para la coexistencia de paneles solares con algunos cultivos, pero el desafío no es solo técnico, sino social, con más voluntad política y modelos de desarrollo más democráticos.